6. Transgénicos / Mindal Frid

 

En México, detrás del debate acerca de la importación de maíz transgénico que se realiza desde casi diez años y de la presión para lograr el otorgamiento de permisos de siembra, se perfila un profundo conflicto entre los intereses nacionales y los de las transnacionales.

 Tenemos de un lado los que pregonan que los organismos genéticamente modificados (ogms) son el camino para salvar a la humanidad y del otro los que creen que la tecnología es peligrosa y que sólo servirá para incrementar la pobreza y el deterioro ambiental. De los dos lados hay científicos y ambientalistas. Las compañías transnacionales que controlan el desarrollo de ogms los presentan como el avance científico que aportará la solución a los problemas de alimentación y de desarrollo económico de países con un alto índice de pobreza cómo México, aún cuando los problemas de pauperización y de hambre no responden a causas de orden científico o tecnológico sino de índole política, financiera y económica.

Estas compañías no comparten la información, la patentan y han logrado la adopción, en muchos países, de procedimientos legales para prevenir y castigar su libre utilización. Pretenden controlar las cadenas de producción concentrando al mismo tiempo la producción de semillas para el cultivo de las variedades transgénicas, la elaboración de los agroquímicos asociados a ellas y la comercialización de granos y semillas en general. Además han puesto en marcha una serie de estrategias, a escala global, para imponer el cultivo y consumo de los transgénicos. El resultado esperado consistiría en mostrar que la presencia de los ogms es inevitable e incontrolable, y que no se puede dar marcha atrás ante una nueva “modernización de la agricultura”, similar a la revolución verde. Las compañías han contado con el apoyo del Banco Mundial y de organismos dependientes de las Naciones Unidas como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA). Al igual de lo que sucedió con la Revolución Verde, el cultivo de los transgénicos se basa en un patrón de monocultivos, uso de agroquímicos, concentración de la tierra y dependencia de la tecnología para la obtención de semillas.

Para prevenir los riesgos de salud y ambientales que están o estarían asociados a los ogms como cultivos y como alimentos, los agricultores y consumidores de muchos países han organizado boicot a la venta de alimentos derivados de los mismos y se han opuesto a su importación. Este rechazo ha llevado a sus gobiernos a establecer moratorias y reglamentos restrictivos para la siembra y consumo de transgénicos.

 

Hay muchas definiciones de lo que es biotecnología. A grandes rasgos es la aplicación de principios científicos y de ingeniería al tratamiento de materiales con agentes biológicos (células, tejidos, extractos, enzimas, etc.) para producir bienes y servicios en muy diversas áreas como alimentos, protección del ambiente, energía. La biotecnología tradicional está basada en fermentaciones (vino, vinagre, cerveza, quesos, yogurt, etc.). La biotecnología moderna que surge en los años 70 se caracteriza por la capacidad del hombre de modificar a los microorganismos que intervienen en las fermentaciones, a las plantas superiores y a animales mediante las técnicas de ADN recombinante, cultivo in vitro de tejidos y de fusión de células,  ingeniería de fermentación e ingeniería enzimática.

La ingeniería enzimática se ha implantado en la industria de los edulcorantes, para producir endulzantes alternativos al azúcar a base de isoglucosa obtenida por la hidrólisis enzimática del almidón de maíz. Se obtiene fructosa de maíz que sale 30% más barata que el azúcar de caña y tiene rendimientos mayores. Una tonelada de maíz da una tonelada de fructosa, mientras que se necesitan diez toneladas de caña y seis a siete de remolacha (variedad de betavel) para dar una tonelada de azúcar. La fructosa de maíz se produce masivamente en los Estados Unidos para el mercado transnacional de la industria refresquera que sustituyó caso por completo el uso del azúcar como insumo cuando era antes la principal consumidora de este.

La ingeniería genética es solamente un ejemplo muy sonado de la biotecnología y la inserción de genes es solamente un ejemplo muy sonado de la ingeniería genética. Por eso el término de organismos modificados genéticamente (ogms), que es virtualmente aplicable a cualquier planta domesticada porque no se refiere a la forma de obtención, da la impresión incorrecta de que la variedad obtenida por transferencia de genes es también producto de las modificaciones genéticas tradicionales de selección e hibridación.

Se han desarrollado híbridos de maíz transgénico a partir de los híbridos existentes en los Estados Unidos. Por transferencia de un gen de petunia, unos son resistentes a un herbicida como el glifosato o Roundup (Faena) de la compañía Monsanto o el glufosinato o Liberty (Basta) de la compañía Syngenta.. Estos herbicidas se aplican para controlar todo lo que no sea la planta de cultivo que es resistente a ellos. La misma compañía que produce el herbicida controla la producción de semillas transgénicas resistentes.

El otro tipo de híbridos transgénicos de maíz, al que se le ha transferido un gen de una bacteria del suelo, Bacillus thuringiensis, produce un insecticida llamado Bt que ataca una larva de mariposa, el gusano barrenador del tallo de los híbridos sembrados en los Estados Unidos y Europa. El Bt es normalmente producido por las esporas de Bacillus thuringiensis y es utilizado en cantidades moderadas como bioplaguicida de vida corta en la agricultura orgánica desde hace más de 20 años

Los herbicidas Faena y Basta son caros. En México, en pequeñas extensiones de cultivo de maíz, el campesino utiliza diferentes prácticas culturales para el control de malezas: escarda con tracción animal de burro o caballo o herbicidas específicos según el tipo de maleza  y el estado de crecimiento de la misma. En extensiones mayores estas prácticas mencionadas no son económicamente factibles y puede ser económicamente redituable aplicar herbicida con avioneta cuando la planta es resistente al mismo.

El interés inicial de la compañía Monsanto en desarrollar un híbrido transgénico resistente al Roundup, una de sus mayores fuentes de ingresos, estuvo asociado al vencimiento de la patente del mismo herbicida en noviembre 2000. Cuando vence la patente de un agroquímico, cualquier otra compañía puede producirlo y comercializarlo. Monsanto vende el paquete tecnológico semilla/herbicida y cobra regalías por el uso de la semilla. La patente de la compañía es por la técnica de inserción del gen de resistencia al herbicida. En los Estados Unidos se ha demostrado que con el tiempo las malezas se vuelven resistentes a cualquier tipo de herbicidas y se tiene que ir elevando la dosis de aplicación o utilizar otros herbicidas. Se tienen reportes de que hay malezas resistentes al Roundup que es el herbicida más utilizado para maíz transgénico, con lo cual el paquete tecnológico maíz transgénico/herbicida Roundup está en el camino de volverse obsoleto.

El transgénico Bt produce la toxina en diferentes partes de la planta, lo que puede afectar organismos que son benéficos o inocuos mientras que el barrenador del tallo puede desarrollar  resistencia. Por este motivo las compañías recomiendan la plantación de maíz no transgénico cerca del transgénico, para crear un refugio natural de la plaga donde se puedan cruzar los insectos resistentes con insectos no resistentes. Así se alargaría la  viabilidad del transgénico. Existen una serie de prácticas culturales para controlar las plagas de insectos: modificación de fechas de plantación de acuerdo con la magnitud de las poblaciones de insectos; control integrado de plagas que abarca desde la evaluación de las poblaciones de insectos, el uso adecuado de plaguicidas, uso de parásitos o depredadores de la plaga, etc. La resistencia a las plagas también se presenta con las variedades de maíz obtenidas por métodos tradicionales de mejoramiento y en la agricultura orgánica.

 El  barrenador del tallo no es una plaga importante del maíz en México por lo que los híbridos Bt de maíz disponibles en el mercado no tienen relevancia. El gusano cogollero es una plaga que sí afecta en forma significativa los rendimientos de maíz en México. Monsanto está desarrollando transgénicos resistentes a ella. Aunque fuera importante el barrenador del tallo, se pueden utilizar prácticas culturales  para controlarlo, como se hace con el gusano cogollero.  Las dificultades técnicas, la falta de apoyo oficial y el control de las investigaciones de punta en ingeniería genética de granos por las mismas transnacionales que producen los plaguicidas químicos no han permitido desarrollar aún en las instituciones públicas de investigación variedades de granos capaces de resistir a las principales limitantes técnicas de la producción de maíz en México como la sequía.

Chapela y Quist reportaron que maíces transgénicos Bt habían contaminado las variedades criollas de maíz de Oaxaca. Organizaciones ambientalistas han denunciado la contaminación de las variedades criollas en otros estados. También se ha dicho  que los maíces transgénicos pueden afectar al teocintle, pariente silvestre y/o ancestro del maíz. Los investigadores que  reportan la contaminación, han encontrado el promotor  y parte del gen, pero no han identificado el tipo de transgénico causante ni determinado los posibles impactos. Dependencias de gobierno han aceptado que existe el problema de contaminación aunque, en ciertos medios científicos, se cuestiona la confiabilidad de técnicas como el PCR para identificar la presencia de transgenes en las variedades locales. 

El teocintle, que se quiere proteger del flujo genético de transgénicos, tiene un gen bloqueador que impide que lo polinice el maíz, pero si puede polinizar al maíz. Este gen ha sido patentado por la Universidad de Wisconsin que espera utilizarlo para evitar que los transgénicos se crucen con maíces convencionales. Existe además un maíz primitivo de la Sierra de Manantlán, Jalisco que es perenne. El gen de perennibilidad ha sido patentado en los Estados Unidos por Mary Eubanks de la Universidad de Duke. El ser perenne le confiere características deseables como resistencia a plagas y enfermedades. Estas características han sido utilizadas para crear híbridos en los Estados Unidos. Se ha comparado este tipo de biosprospección, cuyos beneficios son para compañias transnacionales, con la que realizaba Chapela. Mediante un contrato entre la compañía Sandoz (absorbida por Novartis) y la Unión Zapoteca Chinanteca (uzachi) Chapela estaba recolectando hongos en Oaxaca cuando denunció la contaminación de variedades criollas de maíz por transgénicos tipo Bt, que podrían ser de la misma Monsanto.

Si los agricultores utilizan sus propias semillas, son autosuficientes y no tienen necesidad de comprar las de las transnacionales. Para asegurar la venta de sus productos las compañías están decididas a eliminar la práctica tradicional de los agricultores de guardar semillas para plantar en la siguiente estación de siembra, comercializando ogms que producen semillas estériles, característica conocida como terminador. El “biopharming” o agricultura biofarmaceútica es una aplicación experimental de la ingeniería genética cuyos detalles se mantienen en secreto por considerarla de carácter industrial. Las plantas, especialmente el maíz, seguido por la soya, el tabaco y el arroz, son modificadas para producir sustancias que normalmente no sintetizan y que son de interés para la industria: proteínas, enzimas industriales, vacunas, anticuerpos y hasta anticonceptivos. El uso del maíz para estos fines presenta muchos riesgos: el polen puede viajar grandes distancias y podrían contaminarse otras variedades que son únicamente para consumo alimentario. Dependiendo de las sustancias producidas, también podrían afectarse la vida silvestre, las abejas, las bacterias del suelo y los propios agricultores.

 

Las compañías dicen que los transgénicos van aumentar los rendimientos pero no incorporan genes relacionados con el rendimiento. Las características agronómicas deseables como resistencia a enfermedades, rendimiento, tamaño de hoja para captar el sol o calidad del grano, son multigénicas, se necesitan  muchos genes para lograr estos objetivos. Sin embargo, es obvio que los rendimientos pueden aumentar si se controlan las plagas y las enfermedades más importantes.

En la actualidad la técnica de producción de maíz transgénico se reduce a insertar un gen y es una técnica sumamente cara, cuesta millones de dólares desarrollar un híbrido transgénico y eso lo puede decir el cinvestav de Irapuato en donde se insertan genes a través de plásmidos. Después,  a partir de las células transformadas de maíz se necesita regenerar plantas.

Las patentes de las compañías son sobre genes aislados y sobre técnicas de inserción, promotores, etc. Cada paso es patentable y ha sido patentado. Si no fuera patentable, no habría tanta competencia entre compañías. Esto lo permite el sistema americano de patentes.

Es probable que las consecuencias, para las variedades criollas, de la  decisión de autorizar la siembra de transgénicos, sean similares a las consecuencias de la siembra de híbridos convencionales. La contaminación por ogms afecta la diversidad genética que tiene un valor en sí porque es un seguro contra problemas futuros y la erosión genética es una amenaza.

 

                Los transgénicos reducen las posibilidades de comercio con países cuyos consumidores no están dispuestos a aceptarlos para consumo humano y/o animal, independientemente de que el cultivo o importación estén autorizados en el país. Los agricultores de los Estados Unidos han perdido miles de millones de dólares en exportaciones desde la introducción de los ogms, los de Canadá perdieron el mercado europeo de canola (colza). Las compañías comercializadoras de granos y semillas no segregan transgénicos de no transgénicos. En caso de hacerlo cobran precios más altos por el certificado que garantiza la no contaminación con transgénicos, como lo que sucede en la agricultura orgánica donde se paga la certificación del no uso de agroquímicos. 

A través de programas internacionales de ayuda, los transgénicos son enviados a países pobres. Algunos países no han aceptado las donaciones, otros exigen que el grano donado esté molido para evitar que los campesinos lo planten; la contaminación de las variedades locales pondría en riesgo su capacidad de exportación. La adopción de leyes de bioseguridad en los países en vías de desarrollo implica dedicar recursos financieros y técnicos para generar reglamentos y vigilar su cumplimiento, desarrollar capacidad de monitoreo y de evaluación de riesgos, rubros para los cuales difícilmente se obtiene financiamiento.

 

 

 

Portazo al maíz transgénico 

Extractos modificados para fines didácticos del artículo de  Diego Cevallos , Tierramérica, PNUMA.     

México cierra la puerta a la experimentación con variedades de la gramínea genéticamente modificadas. Ambientalistas saludan la decisión, pero científicos la lamentan.

 

MÉXICO, 23 oct 2006 (Tierramérica).- A contracorriente de lo denunciado por activistas y para lamentación de algunos científicos y transnacionales, México decidió vetar los cultivos experimentales de maíz transgénico. Pero la puerta de ingreso de esa variedad, importada a granel y sin etiqueta, sigue abierta. México, centro de origen del maíz, compra cada año a Estados Unidos unos seis millones de toneladas de esa gramínea, un tercio de la cual es transgénica. Tal variedad llega de forma eventual a los agricultores, por lo que sus genes ya contagiaron a las criollas, según se descubrió en 2001. Nadie sabe con certeza si esa contaminación persiste, pero la posibilidad de que suceda no fue eliminada, lo que alarma a organizaciones de activistas y a algunas de agricultores que se oponen férreamente a los transgénicos. Sin embargo, algunos científicos la apoyan y sostienen que tales cruzamientos no perjudican ni deben alarmar.

 

El 16 de este mes, el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria de México negó, por tercera vez desde 2005, siete solicitudes para siembra experimental de maíz transgénico con semillas de las trasnacionales Monsanto, Dow Agrosciences y Pioneer. La negativa se basó en que no está reglamentada la ley sobre bioseguridad dictada en 2003, que no existe un acuerdo que determine las áreas geográficas en las que se localizan los centros de origen del maíz y a que permanece pendiente la definición del llamado Régimen Especial de Protección del Maíz, que ordenan las normas vigentes. Aunque tales vacíos se arrastran desde que las solicitudes fueron presentadas por primera vez, personeros del gobierno dieron esperanzas de aprobación a los peticionarios.

 

Esto generó denuncias de organizaciones ambientalistas como Greenpeace, que acusó al presidente Vicente Fox de favorecer a las transnacionales y de querer violentar la ley. Finalmente prevaleció la razón y la lógica”, señaló a Tierramérica Silvia Ribeiro, del no gubernamental Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (Grupo ETC), una organización con sede en Canadá que rechaza el uso de transgénicos en el mundo.

 

En contraste, el científico mexicano Luis Herrera, quien junto a varios de sus colegas desarrolló esa tecnología a inicios de los años 80 en Bélgica, se mostró decepcionado. “Es cierto que el veto a la experimentación se origina en algunos vacíos legales, pero más allá de eso es un retroceso importante, pues impide evaluar el impacto real y los beneficios o perjuicios del uso del maíz transgénico, que es precisamente lo que demandan los opositores a esos cultivos", dijo Herrera a Tierramérica. El tema de los transgénicos es controvertido en muchos países, por el poder que sobre esa tecnología ejerce un puñado de transnacionales y sus posibles efectos negativos en la salud y el ambiente, sobre lo que no hay datos concluyentes. Según Herrera, quien impulsa la aprobación de los cultivos experimentales de maíz transgénico, la negativa del gobierno mexicano perjudicará sobre todo a los agricultores locales, que a su entender no podrán competir con sus vecinos de Estados Unidos, que sí cultivan esas variedades.

Herrera, a quien los activistas acusan de responder a los intereses de transnacionales biotecnológicas --lo que él niega tajantemente--, afirmó que el maíz transgénico tiene rendimientos elevados y que eso está comprobado en todo el mundo, al punto que países productores como China, Estados Unidos, India e Irán adoptaron esa tecnología. Sin embargo, un informe de 2002 del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, país que ostenta más de 60 por ciento de la producción mundial de transgénicos, precisó que el maíz desarrollado con esa tecnología no demostró un mejor rendimiento frente a las variedades tradicionales. El veto oficial para experimentar con semillas transgénicas no debe considerarse definitivo, por lo que no hay que bajar la guardia, advierten los activistas. A las empresas les interesa cultivar en México, pues si aquí, que es centro del origen, se planta maíz transgénico, ya ningún otro país tendría muchos argumentos para rechazarlo".