3. El maíz

 

Extractos modificados para fines didácticos del libro: Warman. A. La historia de un bastardo: maíz y capitalismo, UNAM y FCE 1988 más algunos añadidos.

 

No existe maíz en estado silvestre. Sin el trabajo humano que separa y dispersa las semillas, el maíz desaparecería en corto tiempo. Hombre y maíz dependen uno del otro para subsistir, reproducirse y preservarse como especie.

 

Los alimentos básicos son los que participan cotidianamente en la dieta como parte esencial de todas las comidas, proporcionan una gran parte de las calorías, la energía para sostener la actividad humana y de otros nutrientes esenciales. Cuando menos la mitad de todos los nutrientes que consume la humanidad se obtienen de los siete más importantes cultivos en el mundo moderno: trigo, arroz, maíz, papa, cebada, camote o batata y yuca o cazabe. Cuatro de esas plantas son de origen americano: maíz, papa, camote y yuca. Una estimación conservadora nos dice que la cuarta parte de la población mundial consume maíz en forma directa, habitual y depende de él en medida importante para su subsistencia.

La domesticación de las plantas implicó fundamentalmente, para las culturas aborígenes, acumulación de conocimientos –observación sistemática, análisis, experimentación, correlación y explicación- sobre las plantas y su comportamiento, sobre los factores de la naturaleza que determinan el crecimiento y la reproducción y sobre la capacidad del hombre, socialmente organizado para dirigir y organizar el desarrollo del mundo vegetal. La profundidad y complejidad de ese sistema de conocimientos permite sugerir que el débil desarrollo mecánico que con tanta frecuencia se utiliza para clasificar a esas culturas como salvajes o bárbaras, se encuentra ampliamente compensado por un sorprendente desarrollo en el campo de las ciencias de la naturaleza en el que destaca, como hoy se dice con pretensión de novedad, la ingeniería genética, que permitió la creación y utilización de un vasto repertorio de recursos renovables.

 

El maíz es una planta tropical y la poca resistencia al frío es uno de sus puntos vulnerables, requiere de alrededor de 120 días libres de heladas y con fuerte insolación para fructificar. No necesita mucha agua pero la necesita para la germinación y el desarrollo temprano y para la floración; se cultiva de temporal y de riego. Antes de la llegada de los europeos a América el maíz se cultivaba desde los 45 grados de latitud norte (Montreal, Canadá) hasta los 40 grados de latitud sur (tres mil kilómetros al sur de Santiago de Chile) en una variedad de condiciones contrastantes, desde el nivel del mar hasta por arriba de los tres mil metros. No se cultivó ni en la pampa húmeda argentina ni en las grandes praderas de los EU, que son actualmente dos de las regiones productoras, porque sus habitantes vivían de la caza.

La gran variedad de condiciones en que podía cultivarse el maíz se amplió después de su migración fuera de América. La enorme capacidad del maíz para adaptarse tiene que ver con las características físicas y fisiológicas de la planta y sobretodo con el trabajo y el conocimiento humano. Aunque el maíz es una sola especie tiene un gran número de razas y variedades que presentan diferencias amplias entre sí. El tamaño puede varia entre menos de un metro a más de cuatro; el plazo entre la germinación y la floración de 45 días a más de 150; el número de hojas entre 8 y 48 y el número de mazorcas, casi siempre una por planta, puede duplicarse o triplicarse. El tamaño de la mazorca puede variar desde 10 cm  a más de 60 cm de largo y el tamaño de los granos o semillas tiene un rango de variación de 50 a 1 entre las diferentes variedades. Se reconocen cuatro colores básicos: blanco, amarillo, rojo y morado o negro, con todas las gamas y combinaciones. Con propósitos comerciales se reconocen cuatro tipos de maíz: harinoso, céreo, dulce y reventador o palomero, que tienen diverso contenido de almidón y distinta textura para atender diferente tipo de demanda, aunque existe más tipos sin un mercado comercial amplio. Estas y otras expresiones de variabilidad tienen propósitos adaptativos a la diversidad de condiciones ambientales y de necesidades humanas.

Aunque la mayoría de las razas o variedades pudieran originarse por accidentes de la naturaleza, como la cruza natural o polinización libre o abierta –ligada a la enorme capacidad que tiene el maíz de producir polen y que supera a la de otros cereales- o a la mutación –a la que el maíz es esencialmente propenso-, la selección y preservación de las casualidades y su especialización conforme a las potencialidades y limitaciones del medio ambiente es el resultado de la acción humana, del conocimiento agrícola y su acumulación.

 

El maíz proporciona rendimientos por hectárea mayores que los que dan el trigo y el arroz. El elevado rendimiento está ligado a la concentración de los frutos o granos en la mazorca que tiene una cobertura única para todo el conjunto, mientras que en los demás cereales, cada grano está cubierto individualmente por brácteas. La mazorca protege el fruto de la humedad y de los pájaros, facilita la recolección y el almacenaje del grano en pequeña escala.

La planta de maíz tiene un sistema radical extenso que le permite capturar la humedad y los nutrientes en un espacio amplio, lo que exige una separación relativamente grande entre las plantas. La distancia y la baja densidad  de plantas por unidad de superficie permiten que el maíz sea plantado y tratado individualmente planta por plantas, lo que no sería  viable ni razonable con otros cereales con mayor densidad que se siembran al voleo. La siembra individual del maíz permite que no sea necesaria la roturación o acondicionamiento integro del suelo, aunque también puede sembrarse con ese sistema, sino apenas la apertura de agujeros para recibir la semilla. Sin roturación el maíz puede sembrarse en laderas muy pronunciadas con menor riesgo de provocar la erosión del suelo o en terrenos pedregosos que no sería posible roturar. La siembra sin roturación, tradicional y muy antigua, se presenta hoy como una de las innmovaciones más importantes de la agricultura científica.

La separación entre las plantas de maíz hace factible la siembra en hileras regulares con amplios pasillos intermedios que permiten el combate mecánico de las malas hierbas después que el maíz ha nacido, manualmente o con el uso de arados cultivadores que desarraigan la vegetación competitiva. La distancia entre las plantas propició el aprovechamiento agrícola del espacio vacío con otras plantas útiles y cultivadas. Cuando esto sucede, el rendimiento total de la tierra es mucho más elevado que el de la cosecha de maíz. Ahora como en el México antiguo el maíz se intercalan calabaza y fríjol. La primera es una planta rastrera que no compite por la luz con el maíz y su follaje y sombra restringen el surgimiento de malas hierbas y disminuyen la evaporación de la humedad del suelo.  El fríjol enredador es una leguminosa que aprovecha la caña del maíz crecido como guía y contribuye a la fijación de nitrógeno en el suelo. En el espacio vacío que deja el maíz también crecen hierbas silvestres, arvenses, seleccionadas y promovidas por los cultivadores antiguos y de hoy, como los quelites o el tomate de milpa. El policultivo y las arvenses toleradas permiten reponer los nutrientes del suelo para su uso continuo, desempeñando el papel que cumple en el monocultivo la rotación y el descanso o barbecho.

Los problemas de rendimientos de las variedades locales están generalmente asociados a malos temporales: mucha agua en poco tiempo o no agua en mucho tiempo. El temporal es excelente si los 600mm de precipitación pluvial se distribuyen uniformemente durante el ciclo. También contribuyen a los malos rendimientos los problemas de erosión hídrica por siembra en terrenos con fuertes pendientes sin terraceo y las malas prácticas culturales.

En el caso de la siembre de las variedades criollas, el agricultor selecciona de su cosecha anterior semilla para sembrar y puede intercambiar semillas con otros agricultores. Además, de acuerdo con las condiciones del temporal, puede sembrar diferentes variedades para asegurar una producción. Ahora en México se siembra sólo el 20% de las variedades nativas de maíz que se conocían en 1930 debido a los vaivenes de la política agrícola a los que se asocian: la disminución en la superficie sembrada, la introducción de los híbridos comerciales, la migración de campesinos indígenas y mestizos que son los que tienen los conocimientos y siembran las variedades criollas porque tienen un papel en su cultura, la uniformización de la producción de tortillas, la imposición de cambios en la dieta de los diferentes sectores de la sociedad.

La recolección y conservación de las razas y variedades estables del maíz se ha vuelto hoy una tarea urgente a la que se dedican muchos esfuerzos ya que de esas colecciones o bancos de germoplasma depende la creación de los nuevos híbridos. La mayoría de los bancos de germoplasma se encuentran en los países ricos y/o en manos de instituciones privadas que los aprovechan comercialmente.

 

El corto tiempo necesario para que el maíz se vuelva comestible en forma de elote y la sencillez del proceso necesario le otorgan al maíz grandes ventajas para el autoabasto. Su consumo directo por los productores implica autonomía e independencia respecto a los servicios complejos, costosos y centralizados, que otros cereales requieren para convertirse en alimentos. El maíz produce pronto, se almacena con facilidad y se conserva por largo tiempo, se prepara con sencillez y no requiere de aparatos complejos o complementos para consumirse, todo puede hacerlo la familia campesina en casa, con sus propios recursos. En las crisis surge nítida la importancia del maíz, su disponibilidad se constituye como una trinchera de seguridad para preservar la existencia. La carencia de maíz se expresa no sólo como hambre, desnutrición y epidemia, sino también como disolución de las sociedades que dependen de él para comer.

 

En México los usos antiguos de las diferentes partes de la planta de maíz se conservan en la actualidad, desde la imaginería religiosa de caña de maíz, hasta las hojas que envuelven la mazorca y sirven de envoltura para los tamales de masa de maíz cocidos al vapor y para los pilones de azúcar no refinada; con los olotes se hacen desgranadores o pipas; las infusiones de cabellos de elote tienen propiedades diuréticas y con una de las plagas, el huitlacoche, se elabora un platillo delicado. Todos los residuos de la planta que quedan en el campo sirven como forraje o como abono verde al mezclarse con la tierra en la roturación.

A los usos antiguos se han agregado otras formas de aprovechamiento integral. El más importante es su cultivo forrajero. La planta verde se corta por arriba de la raíz y se deposita en silos de fermentación donde se convierte en alimento que puede conservarse largo tiempo y que satisface los requerimientos energéticos del ganado mayor para engorda. Este uso ha permitido la introducción del maíz en condiciones en que el grano no puede madurar por la corta duración del verano, como en Inglaterra y los países nórdicos . Más de la mitad de la cosecha mundial no se destina directamente al consumo humano, sino que en forma directa o transformado en alimentos balanceados se dedica a la alimentación animal y convertido en leche, huevos y carne de todos tipos se incorpora a la nutrición humana: diez unidades de proteína vegetal para producir una unidad de proteína animal por la baja eficiencia de los animales: se eleva la calidad proteínica en los productos de origen animal y también se eleva el precio del producto final.

 

 La tecnología para transformar el maíz en alcohol va desde la chicha de los pueblos andinos y el aguardiente de maíz del noroeste de México, el whisky de maíz o Borbón cuya producción empezó en el siglo XIX, hasta el alcohol etílico que se empezó a producir en los Estados Unidos a escala industrial durante la Segunda Guerra Mundial. En la segunda mitad del siglo XIX se instaló en Estados Unidos la primera planta refinadora industrial moderna de maíz con el proceso de molienda húmeda; actualmente la industria consume más del 10% de la cosecha mundial de maíz en grano para generar productos esenciales para la elaboración de alimentos industrializados. A partir del almidón la industria refinadora deriva cinco grupos de compuestos: dextrinas de uso industrial como adhesivos; jarabes, endulzantes y colorantes muy comunes en los alimentos industrializados; jarabes de alta fructosa, con alto poder endulzante y con pocas calorías; maltodextrinas, derivado comestible de las dextrinas que aparece en todos los alimentos instantáneos; glucosa o dextrosa. A partir de estos derivados del almidón, se crean cientos de productos específicos que aparecen ubicuos en los alimentos industrializados o en la industria; del embrión se obtiene aceite de maíz para consumo doméstico.

 

En 1926 se fundó en los Estados Unidos la primera compañía comercial dedicada a la producción y venta de semillas híbridas de maíz, actividad que se convirtió en una industria importante en pocos años, ya que las semillas de las variedades híbridas se tienen que comprar para cada ciclo de siembra. Hace más de medio siglo que con la revolución Verde se generalizó el incremento de los rendimientos del maíz y de otros cereales con la introducción de semillas híbridas, sobre todo en los países con una agricultura comercial desarrollada. El maíz fue el primero porque la separación entre las flores masculinas  o sea las espiguillas que coronan la caña y las femeninas o sea los xilotes pegados al tallo, hizo posible y económica la polinización artificial

La difusión de la Revolución Verde en México en los años cincuentas y sesentas se realizó sobre la base de un paquete tecnológico. Las semillas híbridas de maíz requerían de altas dosis de  fertilizantes, herbicidas y riego. Solamente los grandes productores tuvieran el capital y la tierra suficientes y sobretodo el apoyo gubernamental para poder adoptarlas;  la mayoría de los campesinos no pudieron utilizarlas, sus tierras son de temporal. Cuando fueron implantadas en zonas de buen temporal con el Plan Puebla, permitieron obtener mejores rendimientos al igual que con las variedades criollas que recibieron los mismos insumos, pero a costa de costos elevados y crecientes de fertilizantes, y no se tradujeron en mejores ingresos para los campesinos, ya que los acaparadores y comerciantes bajaron sus precios de compra. En México actualmente las semillas de maíces híbridos son comercializadas también por compañías privadas.

Los híbridos desarrollados inicialmente, eran cruzas dirigidas para obtener, bajo mejores condiciones de cultivo,  rendimientos  más altos sin considerar la calidad del maíz. Llegaron con la Oficina de Estudios Especiales, patrocinada por la Fundación Rockefeller, el paquete tecnológico incluía maquinaria, riego, insumos e híbridos uniformes. Los agrónomos mexicanos eran enviados a los Estados Unidos para estudios de postgrado y regresaban a programar las aplicaciones de riego, fertilizantes y plaguicidas. Al  desplazamiento de las variedades locales también contribuyeron la agresividad de la mercadotecnia de las compañías transnacionales que vendían las semillas híbridas y los programas oficiales como  Kg. por Kg. que sustituía variedades locales por variedades mejoradas bajo ciertos criterios.  Además se dejó de sembrar mucho maíz porque se eliminaron los subsidios a los agricultores y estos tuvieron que competir con los precios más bajos del maíz de los EU que era de calidad más baja y sí estaba subsidiado aunque los subsidios eran disfrazados, tal como sucede en la actualidad.

En los híbridos la polinización es controlada o dirigida y las mazorcas y granos son uniformes en comparación con las variedades criollas en donde la polinización abierta da la oportunidad a que se manifiesta una amplitud de variaciones. Las plantaciones uniformes de híbridos son mucho más vulnerables a plagas y enfermedades como sucedió en la faja maicera de los Estados Unidos en 1971. En el caso de las variedades criollas, cuando se presentan plagas y enfermedades, siempre habrá plantas que sobrevivan. Por ejemplo las variedades locales son más resistentes a las aflatoxinas que los híbridos. Las aflatoxinas son toxinas producidas por hongos en los granos almacenados, las variedades criollas pasaron por un proceso histórico de selección de la resistencia a las aflatoxinas. Las aflatoxinas son sumamente dañinas para la salud.